Las pandemias y crisis económicas pueden tener efectos desproporcionados en ciertos grupos de la población, el COVID -19 es un claro ejemplo de esto, afecta a todas las personas alrededor del mundo, pero de forma diferenciada impacta con mayor fuerza a las mujeres. Debido a la amplia participación que tienen en el sector sanitario, la presencia mayoritaria en trabajos informales, teniendo una mayor precarización laboral que los hombres y el incremento de labores de cuidados al interior de los hogares. Por lo que las mujeres se enfrentan a problemas específicos en la actual crisis sanitaria, requiriendo medidas de apoyo diferenciadas.
La Organización Mundial del Trabajo (OIT), publicó recientemente una evaluación que revela el impacto del COVID-19 en el mundo del trabajo. Las cifras son poco alentadoras, el desempleo mundial podría aumentar en casi 25 millones de personas. Para las mujeres este escenario presenta mayores dificultades, ya que estarían dentro de los grupos más vulnerables afectados por la crisis. Esto porque son quienes realizan una amplia labor en los sectores con mayor impacto (servicios principalmente). Además de ser quienes están en primera línea enfrentando la pandemia, por ejemplo, las enfermeras.
Según estimaciones de la OIT, el 58,6% de las mujeres que trabajan en el mundo lo hacen en el sector terciario, frente al 45,4% de los hombres. A su vez, soportan una carga laboral excesiva en la economía asistencial, específicamente en el caso de cierre de escuelas o centros de atención y tienen menor acceso a servicios de protección social.

Los servicios de cuidados y el empleo se ven afectados para las trabajadoras en general, específicamente para trabajadoras domésticas e informales. En el mismo documento de la OIT, señalan que, en base a experiencias previas de crisis, la cuarentena reduce ampliamente las actividades económicas y de subsistencia, afectando a los principales sectores generadores de empleo femenino como el turismo y el comercio.
Al reducirse la actividad económica, las trabajadoras informales son las primeras afectadas. Ya que pierden su soporte de vida de forma inmediata, sin contar con la posibilidad de suplir el ingreso diario. En el caso de las trabajadoras domésticas el impacto es doble, primero tienen una mayor carga de cuidados por el aumento del trabajo no remunerado en los hogares y el cuidado de niñas y niños durante el cierre de las escuelas. En segundo lugar, la posibilidad de perder el ingreso, cuando se les solicite dejar de trabajar, por razones sanitarias. Tal como ha sucedido cuando las autoridades han determinado como medida preventiva, el confinamiento
Pese a esto, aún hay quienes sí tienen que salir de sus hogares porque sus lugares de trabajo siguen funcionando con normalidad. Poniendo en riesgo la salud y vida de muchas mujeres. Además de la latente posibilidad de perder su empleo, ya que, bajo el actual contexto, ninguna institución vela por el cuidado de sus hijos, por lo que deben decidir injustamente renunciar a sus trabajos para hacerse cargo de esta labor.
La presente crisis sanitaria trasluce la notoria desigualdad de género aún presente en Chile y otros países de la región y una evidente crisis de los cuidados. Históricamente, los patrones culturales patriarcales han repercutido en la naturalización de actividades de cuidado como una responsabilidad de la mujer. Lo que se evidencia en la sobrerrepresentación de las mujeres en trabajos de cuidado remunerado y no remunerado en los hogares y en una baja valoración social y económica de estas labores.
Históricamente, los patrones culturales patriarcales han repercutido en la naturalización de actividades de cuidado como una responsabilidad de la mujer. Lo que se evidencia en la sobrerrepresentación de las mujeres en trabajos de cuidado remunerado y no remunerado en los hogares y en una baja valoración social y económica de estas labores.
A pesar de que en las últimas décadas las mujeres del territorio Latinoamericano han logrado insertarse en el mercado laboral, la participación de los hombres en el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado en los hogares no ha incrementado. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el informe de los cuidados para la región (2018). Revela que las mujeres destinan semanalmente hasta un tercio de su tiempo al trabajo no remunerado frente a una décima parte del tiempo en el caso de los hombres. De la misma manera, el tiempo total de trabajo (suma del tiempo reservado a trabajo remunerado y al doméstico y de cuidado no remunerado) es superior para las mujeres. Esto tiene como consecuencia directa el que las mujeres tengan una mayor restricción en la participación del mercado laboral, y para conseguir mejor remuneraciones y empleos, a la protección social y a los ámbitos de la toma de decisión.
Fuera de las implicancias económicas y laborales mencionadas, esta crisis también repercute de forma diferenciada a las mujeres en otras dos áreas. La primera, corresponde al acceso que tienen mujeres y niñas a otros servicios de salud como la atención médica prenatal y postnatal. Ya que no son considerados prioridad en el actual contexto. Además de la inexistencia de las garantías de los servicios de salud sexual y reproductiva. La segunda tiene que ver con el riesgo al que se someten víctimas de violencia de género durante el período de cuarentena. El 81% de los casos de violencia ocurren al interior del hogar, por lo que esta no es una medida favorable para víctimas de violencia, manteniendo en forma obligatoria al agresor y la víctima compartiendo el mismo espacio. De esta manera, el riesgo de sufrir cualquier tipo de ataque puede aumentar y las vías para pedir ayuda o denunciar estos hechos podrían presentar mayor dificultad debido a la situación actual.
De esta situación da cuenta Silvana del Valle, abogada y vocera de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. Organización que desde 1990 articula a personas, colectivos, organizaciones sociales y no gubernamentales. Teniendo como propósito avanzar en la erradicación de la violencia hacia niñas y mujeres, a través de la realización de múltiples acciones. La abogada se refirió al incremento de la violencia de género durante la cuarentena y como ha sido el movimiento feminista el que ha puesto a la palestra nuevamente esta importante problemática.
Con respecto a las experiencias vividas recientemente por otros países y el incremento de los casos de violencia de género producto de la cuarentena, Susana señaló que: “este fenómeno ya ocurrió en China, Europa y Estados Unidos, ha sido reportado y denunciado por asociaciones feministas también. Incluso a nivel latinoamericano, el Ministerio Público en Argentina ya informó que se ha producido un aumento de un 25% de denuncias por violencia intrafamiliar”.
En el caso de Chile explica la abogada, la violencia más extrema se produce al interior del hogar. Hasta dos tercios de los femicidios que año a año La red chilena contra la violencia hacia la mujer registra, se producen por parejas íntimas o ex parejas de las víctimas. Y alrededor de un 25% es producido por otros familiares.
Pero sin duda esta no es la única forma de violencia extrema vivida por mujeres, también lo son las agresiones sexuales. “Está reportado en nuestro país que la gran mayoría de estas agresiones se producen por parte de parientes directos, siendo las más afectadas niñas menores de edad. Es por esto que la cantidad de tiempo que hoy en día tienen que pasar las mujeres en compañía de sus agresores podría hacer que se incrementaran estos hechos”.
En el último mes y debido a la presente crisis sanitaria, las autoridades han tomado medidas para afrontar la situación. Desde el Ministerio de la Mujer y producto del impacto que la cuarentena podía provocar en torno al incremento de la violencia al interior del hogar, se comunicó que continuarán con sus planes de ayuda y orientación. Además de mantener activos los canales para hacer las denuncias. Respecto a esto, Susana cuestiona el rol del Estado y su forma de actuar. “La reacción del Estado ha reflejado cómo las autoridades y la sociedad chilena ven la violencia. La estructura social está enmarcada en un sistema capitalista y patriarcal muy profundo. Hoy se demuestra en toda su extensión, puesto que, la violencia que sufrimos las mujeres y las niñas no es solo una violencia de orden físico por parte de las personas con las que compartimos el espacio doméstico, sino que es una violencia estructural”.
La actual pandemia no solo ha revelado una crisis en el área de la salud, menciona Susana, sino que ha evidenciado otras desigualdades de la sociedad patriarcal y una clara crisis de los cuidados. “Además de estar más precarizadas en los sectores remunerados, tenemos que ejercer de manera gratuita los roles de cuidado en el hogar. Todas las mujeres que hoy nos encontramos en la casa, estamos siendo las responsables de la limpieza, de la cocina, del cuidado de los enfermos, de los niños, de los ancianos, etc.”
Los adultos mayores pertenecen al grupo de mayor riesgo frente al COVID19 de acuerdo a lo que se ha reportado internacionalmente. Mismo grupo que producto del sistema de pensiones vigente en el país no vive una vejez digna después de jubilar. “Los adultos mayores en su mayoría son mujeres que reciben pensiones en una inferior proporción que la de los varones y además son las que tienen un peor acceso a la salud. Toda esta suma de situaciones, demuestra que la crisis del coronavirus es una crisis al final del día del patriarcado y el capital sobre la vida de las mujeres. La violencia que vivimos excede el espacio doméstico, el Estado se ha encargado de calificar la violencia contra las mujeres como una cuestión meramente de las familias, cuya radicación tiene como objetivo final, proteger a las familias en lugar de proteger la vida y dignidad de las mujeres. Es así como el Estado subsidiario no se preocupa de la vida de las personas, sino que de mantener el mercado funcionando”.
Las organizaciones feministas a lo largo del país han incrementado sus canales de apoyo para ayudar a mujeres que sufren violencia de género. La red chilena contra la violencia hacia la mujer también se encuentra generando herramientas para enfrentar la violencia patriarcal en el actual contexto. Incentivando a través de las redes sociales y otras plataformas la respuesta comunitaria, distribuyendo una cartilla para que las mujeres puedan generar un listado con personas cercanas, números telefónicos para pedir ayuda y mantener activa una red de protección. “El llamado es a que todas las mujeres estemos alertas en el cuidado de otras mujeres. Especialmente de quienes se encuentran viviendo situaciones específicas o más graves y puedan alzar la voz. Siempre hay alguien, estamos todas acompañándonos las una a las otras, aunque es una situación difícil”. Mencionó Susana del Valle.
Para no continuar reforzando estas y otras desigualdades de género frente a esta situación, temas como la autonomía económica, la participación de las mujeres en la toma de decisiones, el trabajo de cuidados, la violencia física, sexual o psicológica y la desagregación de datos por sexo, son algunos de los tópicos que deben formar parte de una respuesta eficaz e inmediata frente a la crisis del COVID-19. Es urgente que tanto las instituciones como las autoridades respondan a estas necesidades específicas y que las políticas adoptadas tengan perspectiva de género.