Teolinda Higueras, destacada mujer que ha dedicado gran parte de su vida a llevar la cultura y los libros a las niñas y niños de los rincones más apartados de este territorio insular
El Archipiélago de Chiloé se ubica al sur de Chile, comprende una isla principal, la isla Grande de Chiloé, y un gran número de islas e islotes menores. Administrativamente pertenece a la provincia de Chiloé en la región de Los Lagos y cuenta con diez comunas. Territorio que suele recordarse por el curanto, el milcao, la minga y sus paisajes. También por su característica mitología y una serie de costumbres que conforman la identidad de sus habitantes. Aunque el paso del tiempo no ha sido en vano, este Archipiélago también ha sufrido transformaciones importantes en su territorio respecto al impacto que trajo consigo el modelo de desarrollo extractivista en el país. De esta realidad y de muchas otras conversamos con Teolinda Higueras, mujer destacada por su gran labor cultural, quien logró que las letras, la cultura y los libros llegue hasta los rincones más lejanos de cada una de las islas de la comuna de Quemchi a través de la Bibliolancha. Iniciativa que comenzó hace más de 20 años sin una embarcación propia, solo con un pesado cajón de madera que llevaba los libros y cuentos para las niñas y niños de once islas en un recorrido por mes que duraba una semana.
El actual contexto no fue impedimento para hacer la entrevista, si bien no nos pudimos reunir, una video llamada nos conectó. Desde los primeros minutos su amabilidad se hizo presente, estaba en su patio, el sonido del viento y las aves merodeando formaban parte del cuadro que inmediatamente nos posiciona en un paisaje de la ruralidad de Chiloé.
Viajando al pasado
Nació en Puerto Montt en ese entonces sus padres vivían allí, al cumplir los tres años Teolinda, se trasladaron a vivir a Quemchi. Su madre es oriunda de la comuna y toda su familia por muchas generaciones ha vivido en Quemchi. “Mi niñez la viví toda ahí, somos 8 hermanos, yo estoy en el medio, una familia numerosa. A los 13 años emigré al continente para continuar con mis estudios”.
Su interés por las letras siempre la acompañó, desde niña recuerda leer mucho, sobre todo historietas. “A pesar de que no éramos personas con recursos, mi mamá siempre se las ingenió para que tengamos material para hacer nuestras tareas y aprender. Heredamos una especie de biblioteca de parte de mi abuela, siempre había algo que leer”.

Teolinda recuerda haber dejado su hogar para continuar con sus estudios en Talca. Allí realizó la enseñanza media para luego ingresar a estudiar comercio exterior, carrera que no pudo culminar al quedar su padre sin trabajo. A pesar de esto, decide emprender viaje a Santiago donde realizó cursos de atención en bibliotecas públicas. “En esa época había un programa del Estado encargado de que en todas las comunas de Chile existiera una biblioteca, por eso tomé ese curso. Al terminar realicé mi práctica en la biblioteca de Ancud y posteriormente, fui nombrada para encargarme de la biblioteca de Quemchi”.
En ese entonces la biblioteca era una sala más del Municipio y no contaba con edificio propio. Allí Teolinda trabajó por 3 años hasta que emprende viaje nuevamente fuera del Archipiélago llegando a Curicó por empleo. “Ahí trabajé en un instituto de inglés como asesora cultural, hice un trabajo con las comunidades rurales bien interesante y conocí toda la séptima región, incentivando a los chicos para que aprendieran el idioma”.
Después de dedicarse por años a esta y otras labores Teolinda vuelve a Quemchi y se encuentra con la biblioteca de su localidad cerrada. Al enterarse de esta situación decidió hablar con las autoridades para hacer un esfuerzo por reabrirla. “Junto al alcalde de la época hicimos todos los contactos con la gente de la Dirección de Biblioteca, Archivos y Museos (DIBAM), hasta que trajimos la biblioteca nuevamente a Quemchi y bueno, ahí ya no la solté más. Asumí el 5 de marzo de 1995 y estuve hasta diciembre del 2017 haciéndome cargo de ese espacio”.
El comienzo de muchos proyectos
Junto a la reapertura de la biblioteca, nacieron muchas ideas y proyectos liderados por Teolinda. Sin dudas, la Bibliolancha fue una de ellas, iniciativa que nace cuando la Subdirección de Bibliotecas Públicas a nivel nacional propone entre sus lineamientos de trabajo fomentar la lectura de una forma innovadora en todas las comunas y fortalecer el vínculo con las personas. Dejando atrás la histórica concepción de que la biblioteca era un espacio sólo para el préstamo de libros, sin mayores interacciones. “Entonces cada uno en su localidad de acuerdo a su condición, a su capacidad de gestión tenía que ver cómo lo hacía. Creé este programa precisamente porque mi comuna tiene mucha insularidad, son muchas las islas que están en la jurisdicción. Cuando comencé a visitar los lugares, me di cuenta de la realidad que se vivía en las escuelitas donde las niñas y niños estaban muy solos, solo tenían a su profesor como guía y necesitaban apoyo en lo cultural para acercarse al mundo de las letras”.
La gente tenía que revolucionarse, llegamos a un momento de crisis de nuestra sociedad. Son muchos años de injusticias y los jóvenes se atrevieron a iniciar el cambio.
En 1995 comenzaron los primeros viajes hacia las islas y fueron toda una aventura, al realizarse en condiciones muy distintas a las actuales. “Cuando empecé a viajar no había ramplas de acceso, entonces teníamos que salir con un botecito de madera muy pequeño, llevando el gran televisor que me había dejado Francisco Coloane de regalo, quien justo estuvo en Quemchi ese verano, además de un motor electrógeno porque no tenían luz en las escuelitas y un pesado cajón de madera con los libros. Cuando había ola nos mojábamos mucho”.
En los primeros años de esta iniciativa Teolinda realizaba los viajes sola y dejaba esa semana la biblioteca cerrada, ya que era la única funcionaria. Posteriormente tuvo un ayudante y logró formar una agrupación de amigos que colaboraba atendiendo la biblioteca esos días o visitando las islas. De esta manera fue creciendo la biblioteca y en el segundo año a su cargo gestionó un encuentro de escritores. “Con ese motivo exigí al alcalde que necesitábamos tener un edificio propio. Así fue como nos fuimos de la municipalidad y convertimos una casa habitación en biblioteca, luego ese espacio quedó pequeño y arrendaron otra casa más grande”.
A medida que se iba conociendo la iniciativa, fue llegando más material bibliográfico de distintos lugares y contó con el apoyo necesario para que pudiera continuar el proyecto. Junto a esto, la biblioteca y su equipo de trabajo también creció, en poco tiempo logró consolidarse no solo como un espacio de lectura, sino también como un espacio de encuentro que pertenecía a la comunidad. “Todos los grupos etarios se juntaban en su biblioteca, era su lugar de acogida, de apoyo y de compartir. Cuando los agricultores llegaban de los campos, de las islas, el primer lugar donde se le abría la puerta era en la biblioteca. Ahí podían tomarse un café o un mate, compartir sus semillas o vender sus productos, esa era su casa, su hogar”.
¿Siempre pensaste en la biblioteca como un espacio de encuentro?
Sí, lo veía como una necesidad, había que otorgar ese espacio al pueblo, un espacio que les pertenezca. Porque ya estamos en otros tiempos, en las grandes ciudades están los malls y la gente se junta ahí para degustar comida chatarra (ríe). En nuestros pueblos viene nuestra gente a encontrarse, a dejar su sabiduría en algún lado y de eso fui aprendiendo junto a ellos. Con el paso del tiempo me iba convenciendo más esa idea y de que el lugar sea acogedor e identitario, donde el ciudadano, los libros y todo convergiera ahí. Interpretaba lo que la jefatura quería y lo hacía a mi manera, viendo las necesidades de mi comunidad y así lo fuimos haciendo, generando y concretando proyectos para ellos.
De esta manera, la biblioteca se convirtió en un espacio comunitario donde se realizaban cursos, talleres, reuniones y actos culturales. También los oficios y el trabajo de artesanas y artesanos de la zona tenían un lugar importante, allí podían exhibir y vender sus productos. Aspecto que tuvieron muy presente cuando tocó diseñar el edificio propio de la biblioteca, proyecto a cargo de Teolinda y el arquitecto Roberto Rojas que partió en el año 1999. “Ese año empezamos con el diseño, en el 2010 se buscaron los recursos y en el 2015 la inauguramos. La hicimos tipo palafito, son 670m² de construcción que permiten el desarrollo de la artesanía local, la exhibición de los trabajos de las artesanas y de los artesanos”.

La Bibliolancha hoy
Con el paso del tiempo los proyectos e ideas crecieron, la iniciativa de Teolinda de llevar el mundo de los libros a cada una de las escuelas presentes en las 11 islas cercanas a Quemchi también siguió expandiéndose. Ya no solo era visitar a las niñas y niños, leerles un cuento, mostrarles un documental de interés en el gran televisor que transportaban en cada uno de sus viajes y luego dibujos animados. La Bibliolancha logró transportar la cultura en todas sus formas y a cada rincón.
Cada año fueron sumándose más personas, material bibliográfico y actividades para llevarle a las niñas y niños. Al cumplir los 20 años del proyecto, Teolinda en una entrevista al Mercurio, expresa su inquietud al no contar aún con una embarcación propia. “Ahí fue cuando la gente del Desafío Levantemos Chile conoce la iniciativa, me ubican y me ayudan a conseguir los recursos para tener la lancha propia. Idea que se concreta en diciembre del 2016 con la inauguración de la embarcación”.
Desde el 2018 a la fecha, la Organización Cultural y Social Artesana Otilia Yañez liderada por Teolinda se ha hecho cargo de la Bibliolancha. En los últimos años han logrado expandir sus horizontes de navegación llegando a las comunas de Ancud, Castro, Dalcahue y Curaco de Vélez. “De esta manera la gente nos ha ido conociendo y nos piden que vayamos a visitarlos. La novedad para los niños primero es entrar a la lancha y descubrir que hay un mundo entero dentro. Hemos llevado a escritores, hecho conciertos, circo teatro, cuentacuentos, etc. Todo lo que ocurre dentro de la lancha es autogestión”.
¿Cómo es la experiencia para las niñas y niños?
En la actualidad las niñas y niños están muy desconectados de lo que fue la navegación chilota, entonces para ellos es un gran atractivo navegar. Su cultura ahora es la movilización en ruedas, hasta los niños en las islas ya tienen caminos vecinales para llegar a sus escuelas, lo que antes hacían caminando ahora lo hacen en furgón. Para ellos es una gran motivación acercarse al mundo de los libros de esta forma y saben que siempre hay sorpresas dentro de la Bibliolancha”.

Chiloé, prioridades y perspectivas a futuro
¿Qué ha pasado con las necesidades y prioridades del Archipiélago Chiloé
Cuando me pongo a pensar que están haciendo ese mega puente sobre el canal de Chacao con una inversión enorme de dinero y nosotros teniendo tantas carencias aún. Si están construyendo eso deberían construir un puente que una Mechuque con Quemchi, Mechuque con Tac, la gente queda aislada igual. Al chilote que vive el día a día en la ruralidad de nada le sirve ese puente. Pero sí le sirve tener una posta bien acondicionada, una escuelita para los niños bien construida, mejores caminos, etc. Cualquier persona que se enferma debe ir a Puerto Montt, necesitamos tener un hospital que cuente con todos los profesionales y con buenas instalaciones. Hay tanta necesidad, pero nada de otro mundo, educación, salud y transporte. Prioridades y necesidades básicas, lo esencial. Cuando todo eso esté, ahí recién quizás se podría pensar en el lujo de un puente colgante.
¿Cómo definiría la cultura chilota?
Es única y hay que cuidarla. Nosotros todo lo pensamos haciéndolo en comunidad y eso ojalá que no se pierda, esa es la razón de la vida. Acá en Chiloé si se hace un carneo de chancho, están todos los vecinos invitados, y si no vas te llevan el lloco, yo lo veo aquí en el campo donde vivo. No puede ser que venga un caballero a tocarme la puerta y a dejarme un pedazo de carne ahumada si yo no se lo he encargado y cuando le pregunto cuánto es, me dice es un regalo de mi familia. Esa es la idiosincrasia nuestra y eso es lo que hay que preservar.
¿Se ha ido perdiendo esta cultura?
Se ha visto amenazada, muchas familias en las últimas décadas emigraron al pueblo donde estaba la industria del salmón, la industria de los choritos y los jóvenes dejaron de hacer muchas prácticas porque llegaron al pueblo y encontraron otra realidad. Yo creo que todo este tiempo en el que debemos estar “encerrados” por la pandemia debemos reflexionar mucho y volver a lo que fuimos. Porque nos vamos a terminar aburriendo de tanto estar solos, de tanto individualismo, vamos a querer volver hacer una maja de manzana con todos los vecinos. Ojalá todos pudiéramos sentir esa necesidad de tener al otro al lado, es lo más lindo de Chiloé.
Lloco: nombre que alude originalmente a cualquier comida que se le lleva a alguien que no pudo asistir a una celebración
¿Cómo te gustaría imaginar un futuro para Chiloé?
Que volviéramos a la minga, que, si se van las salmoneras algún día, ya que amenazan tanto con que se van a ir y no lo hacen, que se vayan. Si alguien tiene que hacer un cerco o construir algo, que se haga, aunque no tengamos el dinero, le pedimos ayuda a nuestros vecinos. Me vine a vivir al campo hace poco y mis vecinos me vinieron a decir que este año ellos me ayudaran hacer la siembra de papas. Eso es lo que se tiene que hacer, no voy a necesitar dinero para pagar a alguien que haga la siembra, ellos me van ayudar. Que las nuevas generaciones no tengan miedo, tenemos el mar, hay que ir a buscar lo justo. Si quiero hacer una cazuela de mariscos con luche, voy a buscar el luche a la playa, los mariscos, etc.
Reflexiones sobre feminismo, crisis social y proyectos futuros
¿Cuál es tu visión respecto al movimiento feminista de los últimos años?
No demoramos mucho en despertar, en hacernos presentes, a pesar de que históricamente han existido mujeres que han alzado la voz. Era el tiempo de la generación de ustedes, tenían que revolucionarse, la mujer no puede seguir siendo considerada “de segunda clase”. En el salario, en el respeto, en todo hay diferencia. Esa mezquindad sigue, el patriarcado está presente y hace mucho daño. Después de esta pandemia tendremos que analizar muchas cosas, de hecho, ya deberíamos estar analizándolas. No podemos vivir haciendo tanta diferencia entre nosotros mismos, cuando el universo lo tenemos que compartir en igualdad de condiciones. Es la única manera en la que podamos ser felices.
¿Qué piensas sobre el movimiento social que “estalló” en octubre a lo largo del país?
La gente tenía que revolucionarse, llegamos a un momento de crisis de nuestra sociedad. Son muchos años de injusticias y los jóvenes se atrevieron a iniciar el cambio. Por la generación que comenzó a jubilar como la mía, mi pensión es de $120.000 pesos, nadie vive con eso, yo compro la leña y pago la luz con eso. En Chile la vejez es de hambre y de soledad, las AFP nos destruyeron la vida y los jóvenes cada día están más endeudados por educarse. Toda la sociedad terminó encalillada por seguir este ritmo de vida y los diferentes gobiernos hicieron de este país, una sociedad injusta e intolerable. Nos condujeron ellos mismos a este camino, el camino de la violencia.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Construir la Escuela de los Oficios, ya tenemos la ubicación del terreno y este año postularemos a la edificación. La escuela está destinada a enseñar y desarrollar diferentes oficios como la cestería, el trabajo en madera, lana, cuero y todos materiales de los que nos provee la isla. Pensamos en los jóvenes que no puedan salir a estudiar por dinero o diferentes situaciones para que tengan esta oportunidad de aprendizaje.
Toda la sociedad terminó encalillada por seguir este ritmo de vida y los diferentes gobiernos hicieron de este país, una sociedad injusta e intolerable. Nos condujeron ellos mismos a este camino, el camino de la violencia
Hoy Teolinda vive en el campo junto a su marido, sus tres hijos ya no están en casa. En sus tiempos libres se dedica a bordar, a la siembra y también a leer, aunque la lectura es como bien define ella “parte de su medicina diaria”. Dentro de sus anhelos está el concretar la Escuela de los Oficios y seguir realizando los recorridos de la Bibliolancha, proyecto que hoy cuenta con la colaboración de su hijo Francisco y que se ha convertido en más que una iniciativa que promueve la lectura, sino que se ha transformado en compañía para las y los abuelos que están solos en las islas, ya que muchos jóvenes emigraron a otras localidades.
Desde la insularidad de este territorio, Teolinda continúa soñando y creando actividades culturales y proyectos como el de la Bibliolancha, el cual por años ha promovido la conservación de la identidad de la cultura de Chiloé y sus habitantes.